Naturalmente, mis negociaciones con la muerte no se interrumpieron por el hecho de que yo hubiera sobrevivido al nacimiento de mis hijos.
Ella podía haber interpretado que estaba dispuesto a aceptarla una vez que hubiera podido tener a mis hijos en mis brazos. Pero se hizo costumbre enumerarle las muchas, y nuevas, razones que había para dejarme acompañar a mis hijos en los primeros años de sus vidas.
Me necesitaban.
Estaba seguro de eso.
