Monólogo con la muerte

Al nacer mis hijos empecé a negociar con la muerte.
No, en realidad, las negociaciones las inicié ya antes de que nacieran.

Comenzaron con la gestación de mi paternidad. Fui un futuro padre responsable y cariñoso, siempre presente y atento a las necesidades y estados de ánimo de mujer. Yo me esperaba que mis expresiones de afecto hacia ella –y mi voz, mi idioma y mi música– llegaran también a mis hijos en su panza como tibias olas de amor.


De esa forma, me imagino, establecí una comunicación muy temprana con mis hijos, construí una relación que arrancaba antes de su nacimiento.

Y de allí mi inquietud:

“¡Muerte! ¿No sería injusto que no llegaran a conocerme en su mundo exterior?”

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