Por supuesto era consciente de que mi imperiosa necesidad de acompañar a mis hijos no era solo por su propio bien.
“¿No solo?”
Mi imperiosa necesidad de acompañar a mis hijos en su vida se originaba –más que nada– en mi propio bien.
El ser padre se convirtió entonces en mi identidad.
Una identidad que ya no tengo.
