– “¿Por qué?”
– “Porque si”.
– “¿Por queeé?”
– “Porque no”.
– “Pero ¿por qué?
– “Porque lo digo yo”.

No eran respuestas que yo recuerde solíese recibir de mis padres, pero las he aprendido en la infancia, me las han enseñado otros adultos. Las escuché de los padres de mis amigos, de maestros en la escuela, de cuidadores de plazas y hasta de amigos o alguna novia, que tuvieran una relación de poder sobre mí.

“Porque si”.
“Porque no”.

El punto final de un diálogo. El punto inicial de la frustración. O de una pelea.