En realidad, yo nunca he tomado mucho mate en mi vida. Al menos, si no es algún otro que lo ceba y me invita. Y nunca por la mañana. A mi estómago le resulta demasiado agresivo. Por la misma razón no puedo tomar café solo.
Por eso me sorprende a mí mismo que esté tomando mate todo el tiempo. Mate cocido con leche en polvo por las mañanas y mate tradicional, con bombilla, durante el resto del día.
No es precisamente lo más práctico cuando uno está cruzando un país a pie. Particularmente si ese país es Suecia donde no se conoce la yerba y la leche en polvo se ha dejado de producir.
Pero todavía consigo ambas. La yerba gracias a que muchos inmigrantes árabes toman mate y entonces uno puede comprar yerba en sus tiendas de comida. Y la leche en polvo, gracias a su larga vida, envejece olvidada en las estanterías de algunos supermercados.
Pero ¿por qué empecé a tomar mate al iniciar este viaje? No lo sé. Tal vez para argentinizarme un poco. Es la único que se me ocurre.
