Mañana de sol

Un día como el de hoy, al que uno despierta con un cielo descubierto y un sol prometedor que se filtra por los miradores de mi capullo, promete una marcha placentera hasta el ferry en Säter. Serán solo tres o cuatro horas de caminata.

Protegido por mi bolsa de dormir y el fondo aislado de mi carpa-hamaca, me invade un sentimiento de gratitud hacia la naturaleza y los elementos, y hasta un entusiasmo primaveral.


Pero la realidad se me revela, no bien sacar un brazo de la bolsa de dormir para buscar el celular en uno de los bolsillos que cuelgan del techo. El frío muerde implacable mi delgado brazo que ya ha perdido las últimas notas de color que le prestó el verano. Y la pantalla del teléfono me informa que son las 6.48 del lunes 27 de octubre y que la temperatura en la zona es de un grado bajo cero.

Tengo que hacerme a la idea de que el invierno me alcanzará en Suecia, aunque sea en su extremo sur, algo más templado. Y tengo que reconocer que partí de Estocolmo demasiado tarde. O demasiado temprano.

En un mes y medio, probablemente esté en Suecia todavía. Y tal vez recuerde esta mañana con cierta nostalgia porque pensaré que todavía no hacía frío.

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