Foráneo

Este país parece no estar acostumbrado a peregrinos y caminantes. Pero tal vez es lo mismo en todas partes en Europa.

Fuera de estación y cruzando sitios ajenos al turismo, uno se convierte en una presencia extraña, doblemente foránea. El mochilero es siempre un forastero de proveniencia desconocida, pero foráneo además por la parsimoniosa demostración de una conducta extraña.

Nadie se traslada caminando si la distancia excede unos cientos de metros, particularmente si uno no se mueve en un círculo que conduce en unas horas de regreso al punto de partida. Y resulta evidente que uno no tiene pensado volver al punto de partida, al menos al fin de la jornada, si uno carga una pesada mochila. Y la regla bien podría ser: cuanto más grande la mochila, más largo el viaje.

Naturalmente, los mochileros son un elemento del paisaje en zonas turísticas, como
las montañas del norte, la isla de Gotland, los pueblo de Dalekarlia. Pero ¿qué razón puede llevar a alguien, en el mojado y oscuro otoño, a desplazarse por caminos desiertos, cruzando bosques y campos de cultivo, para ir de una localidad anónima a otra? ¿Qué necesidad, qué fuerza empuja a alguien a una empresa tan prolongadamente innecesaria y por lo tanto inusual?

Eso se preguntan los que me ven pasar.

Designed with WordPress