Equipaje

La primera decisión al acercarme a Nyköping fue la de qué hacer con la mochila. No quería llegar a la piscina como un peregrino. Mi plan era dejar mi equipo en algún lugar a resguardo y luego ir a la casa de baños sólo con lo necesario. En una bolsa de plástico, mis artículos de higiene personal (y la bolsita en la que lavo mi ropa, para aprovechar la oferta de agua caliente), mi traje de baño, una pequeña toalla, una muda de ropa y unas frutas. Mi intención era quedarme varias horas allí y descansar.

Pensé que podía alquilar un toallón como se suele poder hacer en esos establecimientos. Mi problema no es lavar la ropa, en realidad, sino conseguir que se seque, colgando en el bosque o de mi mochila cuando voy en camino. Y las toallas son toodo un desafío.

Pensé que podía dejar carpa y mochila colgadas de un árbol en el bosque allí donde pasé la noche en las afueras de la ciudad. Pero la pereza me ganó esa mano. Decidí emprender la marcha con la mochila porque yo iba a ir al otro lado de la ciudad y no quería deshacer camino. De la piscina continuaría hacia el sur.

Aposté a que hubiera armarios para alquilar por horas, o en la estación de trenes o en la terminal de ómnibus. No había conseguido información en Internet, la oferta era solo de bauleras y depósitos de muebles por mes.

Y perdí. En la estación no había nada y la terminal estaba en remodelación.

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